A medida que avanza la transición energética y se intensifican los esfuerzos para reducir las emisiones contaminantes, surgen diversas alternativas sostenibles a los combustibles fósiles tradicionales. Aunque la movilidad eléctrica lidera esta transformación, existen otros combustibles limpios que pueden desempeñar un papel crucial en la descarbonización del transporte.
Muchas de estas alternativas son combustibles líquidos, lo que facilita su almacenamiento y distribución. Aunque no todos funcionan en motores diésel, algunos son compatibles con motores existentes o requieren mínimas modificaciones.
1. Gas Licuado del Petróleo (GLP)
El GLP es uno de los combustibles alternativos más utilizados en vehículos de uso urbano. Es un subproducto del petróleo, pero su adaptación es sencilla y económica, ya que puede utilizarse en motores de explosión junto con gasolina. Su principal ventaja es la reducción de emisiones contaminantes respecto a la gasolina, aunque presenta ciertos riesgos: es un gas pesado y, en caso de fuga, puede acumularse formando bolsas inflamables.
2. Gas Natural Vehicular (GNV)
El gas natural, ya sea de origen fósil o biogás, se emplea especialmente en el transporte pesado y flotas urbanas. Utilizado en motores ciclo Otto, reduce las emisiones de CO₂ frente a los derivados del petróleo. Se puede almacenar como Gas Natural Comprimido (GNC) o Gas Natural Licuado (GNL). Este último, aunque más eficiente, requiere infraestructura criogénica costosa. También hay que tener en cuenta que el metano —componente principal— es un potente gas de efecto invernadero si se libera sin quemar.
3. Dimetil Éter (DME)
El DME es un sustituto limpio del diésel que se utiliza en motores adaptados. Su quema genera bajas emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas, lo que lo convierte en una opción prometedora para zonas urbanas. Se puede obtener a partir de residuos industriales o mediante la transformación del metanol, y se almacena a temperaturas moderadamente bajas (-25 °C).
4. Biocombustibles: Biodiésel, Etanol y HVO
Los biocombustibles se han usado desde principios del siglo XX y hoy forman parte obligatoria de los combustibles convencionales en pequeñas proporciones. El biodiésel y el etanol pueden producirse a partir de aceites vegetales o residuos orgánicos, reduciendo la huella de carbono. Una evolución más reciente es el HVO (Aceite Vegetal Hidrotratado), un combustible renovable que reemplaza directamente al gasóleo convencional. El HVO ofrece una reducción notable de emisiones de CO₂, NOx y partículas, y es compatible con motores diésel sin modificaciones.
5. Combustibles Sintéticos
Los e-fuels o combustibles sintéticos se obtienen combinando hidrógeno verde con dióxido de carbono capturado. Mediante procesos como Fischer-Tropsch o electrometanización, se crean combustibles líquidos neutros en carbono. Aunque aún son costosos, representan una solución de futuro, sobre todo en sectores donde la electrificación es difícil, como la aviación o el transporte marítimo.
6. Hidrógeno
El hidrógeno es uno de los vectores energéticos más prometedores gracias a su alto poder energético y su capacidad para generar electricidad en celdas de combustible sin emisiones contaminantes. Sin embargo, su almacenamiento y transporte siguen siendo complejos y caros, lo que limita su implementación masiva. Aun así, el hidrógeno verde podría ser clave en la descarbonización industrial y del transporte pesado en el futuro.
Conclusión
La transición hacia una movilidad más limpia y sostenible no depende exclusivamente de la electricidad. Existen múltiples combustibles alternativos al petróleo, cada uno con ventajas, desafíos y aplicaciones específicas. Explorar y combinar estas opciones será clave para lograr un futuro energético más eficiente y respetuoso con el planeta.